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Salir del clóset una y otra vez

“Salir del clóset” es algo que muchas de las personas LGTBQ+ hacemos. Puede ser una situación aterradora y estresante, pero a su vez puede ser una oportunidad para sanar. Es diferente para cada persona, pero lo que es seguro es que es algo constante en la vida de alguien de esta comunidad. No sales del closet sólo una vez. Cualquier conversación o pregunta puede crear un momento en el que una persona tiene que decidir si ser auténtica o no: cuando un familiar con el que no tienes mucho trato te pregunta si estás saliendo con alguien, cuando una persona con la que trabajas quiere saber qué vas a hacer el fin de semana ó cuando alguien que conoces te pregunta de manera casual qué viste últimamente en el cine que te haya gustado.

La decisión de salir del clóset puede durar sólo unos segundos, pero en ese tiempo tu mente puede pasar por una variedad de emociones y hacerse muchas preguntas: ¿cómo lo va a tomar esta persona? ¿voy a tener que hablar en profundidad de este tema? ¿vale la pena hacerlo? etc, etc.

Salir del clóset en general puede ser difícil, pero hacerlo en el lugar de trabajo implica sus propias complicaciones. Compartimos muchas horas del día con gente que no necesariamente conocemos de manera profunda. No sabemos cómo se sienten o qué piensan de ciertos temas. A su vez, muchas personas LGBTQ+ han normalizado poner las inseguridades y sentimientos de otras personas por encima de sus necesidades y optan por no hablar para no crear un ambiente tenso o incómodo en el lugar donde pasan mucha parte de sus vidas.

Si es que deciden hablar del tema, las variaciones de las cosas que pueden pasar son infinitas.

Para contextualizar, voy a compartir muy brevemente mi experiencia saliendo del clóset en el trabajo durante diferentes momentos de mi vida.

Nací en Perú y tuve varios trabajos de adolescente y mientras estudiaba en la universidad. En ese momento, nunca pensé siquiera en la posibilidad de salir del closet, ya que podría haberme llevado a perder mi trabajo ó a exponerme a un ambiente laboral inseguro y/o incómodo.

Una de las razones por las cuales me vine a Argentina hace casi trece años fue para salir de ese ambiente. Comparado con Lima, Buenos Aires es un oasis gay. Veía a parejas del mismo sexo de la mano por donde iba en la ciudad. Fue algo que nunca había vivido y que me hizo literalmente llorar de felicidad. Pero, incluso aquí, he vivido y he sido testigo del miedo y los prejuicios que hay contra la comunidad LGBTQ+.

Para pagar la universidad en Argentina, empecé a trabajar en una de las facultades. Éramos un grupo de 5 personas que ayudaba y guiaba a estudiantes y brindaba soporte a docentes del turno noche. Nuestro jefe era un hombre que había trabajado allí hace años. Antes de comenzar nuestro turno, nos solíamos juntar en la sala de descanso para hablar de las tareas y objetivos de esa noche.

Unos pocos meses después de haber empezado allí, las conversaciones se hicieron naturalmente más personales y supe que en algún momento me iban a preguntar algo en donde tendría que decidir si mentir, evadir o decir la verdad. Estaba tan ansiosa que decidí terminar con el asunto y “casualmente” les comenté que estaba saliendo con una mujer. Una pequeña parte de mí se arrepintió de mis palabras casi instantáneamente ya que fui bombardeada a preguntas, acá van algunas:

Mis compañeros que en su mayoría no sabían ni mi apellido, de la nada querían saber todo acerca de mi vida y se sintieron por alguna razón con derecho a preguntarme cosas muy íntimas. No lo tomé mal, especialmente de los estudiantes que eran de mi edad y con los que tenía una relación un poco más cercana. Pero, me sorprendió mucho que la persona haciendo casi todas las preguntas era mi jefe.

A pesar de esta experiencia, cuando empecé otro trabajo decidí que si se presentaba la oportunidad y me sentía bien, podría hablar del tema.

Éramos 14 personas trabajando en un mismo espacio. Todos hombres menos yo y mi mejor amiga. Poco después de que empecé a trabajar allí, decidimos quedarnos a comer un asado. No pasó mucho tiempo hasta que me preguntaron si tenía novio. Luego de solo unos segundos de dudarlo, les dije que estaba saliendo con una mujer. Vi, inmediatamente, como la percepción que tenían de mí cambió. Su forma de tratarme y de hablar cambió casi al instante. Ahora era “uno de los chicos” y empezaron a sentirse cómodos cosificando a las mujeres y esperando que yo participara. Este tipo de interacción duró por el resto del tiempo que estuve en esa empresa.

Mi experiencia en Medallia fue más fácil, en parte porque me hice amiga de la gente con quien trabajaba y también porque sentía que era un lugar más abierto.

Cuando empecé, éramos un grupo de 8 o 9 personas. Me hice muy amiga de un compañero que había sido siempre muy sincero y abierto conmigo cuando hablaba de su vida personal. Me demoré en decirle que me gustaban las mujeres, porque no quería que mi relación con él cambiara. Cuando finalmente le dije, solo me miró , sonrió y me dijo “sí, lo sé”. No era la respuesta que esperaba. No sabía cómo sentirme, sinceramente, pero tuve en cuenta quién me estaba hablando y supe que nuestra amistad seguiría igual. Esta fue la mejor experiencia saliendo del clóset que había tenido hasta entonces.

A partir de ese momento, le he contado a mucha gente en la oficina y cada vez ha resultado más fácil ya que siento que la mayoría aporta a un espacio seguro y ya no suelo preguntarme si voy a incomodar u ofender a alguien.

Cuando comenzamos con los entrenamientos de inclusión, me di cuenta que había aún más cosas que se podían hacer más allá de “estar bien” con que alguien sea gay. Yo misma no estaba consciente de estos pequeños cambios que se podían hacer porque siempre comparé Medallia con las otras empresas donde trabajé. Pero, siempre podemos hacer las cosas mejor

Creo que lo más importantes que se puede hacer es simplemente evitar asumir que todas las personas son heterosexuales. Cuando se habla con alguien siempre es bueno incluir con las palabras. Esto puede crear un espacio donde la gente se siente segura y aceptada y estos gestos simples pueden mejorar la calidad de vida de alguien.

También en la Argentina (y probablemente en toda América del Sur) tenemos ciertas palabras que están arraigadas en nuestra forma de hablar que son muy ofensivas para la personas LGBTQ+. Tomar consciencia de lo que decimos y evitarlas es una buena forma de empezar a crear un mejor lugar de trabajo.

Para mí, sentirme lo suficientemente segura para decir que soy lesbiana ha sido un trayecto creado de a pasos muy pequeños. Todos los días he aprendido a aceptarme y querer todo de mí y aunque no ha sido fácil. Gracias al apoyo de la gente con la que tengo la suerte de compartir mi vida, he podido tener más confianza en mí misma.

Sin dudas la forma de tener un impacto positivo en la vida de alguien que vivió algo parecido a lo que viví yo es con pequeñas acciones y transformándose esa persona aliada que incentiva, protege y motiva a todas la gente que forma parte de la comunidad LGBTQ+.

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Medallia Argentina Diversity Team